«Odio el tenis, lo detesto con una oscura y secreta pasión, y sin embargo sigo jugando porque no tengo alternativa. Y ese abismo, esa contradicción entre lo que quiero hacer y lo que de hecho hago, es la esencia de mi vida», Andre Agassi, Open.
«Odio el tenis, lo detesto con una oscura y secreta pasión, y sin embargo sigo jugando porque no tengo alternativa. Y ese abismo, esa contradicción entre lo que quiero hacer y lo que de hecho hago, es la esencia de mi vida», Andre Agassi, Open.

Después de un día de locos, infinidad de cosas aún pendientes, la cabeza a punto de explotar y la playa lejos, muy lejos, a ver quién se atreve a hablarnos de coaching, de que la vocación no es una utopía o del clásico “pero tú dedícate a lo que te haga feliz”.

Las he reformulado con el tiempo tantas veces que ya no recuerdo si eran exactamente así, pero hay 2 preguntas clave que más o menos venían a decir algo como esto:

-¿A qué te dedicarías si no te pagaran por ello?
-¿Dónde quieres estar dentro de 10 años? Piensa qué 3 cosas tienes que hacer para conseguirlo y ponte a ello.

Desde el colegio nos explican que dos más dos son cuatro, que el Big Bang fue el comienzo de todo, que los lados de un triángulo equilátero son iguales y que las carreras de ciencias son las que tienen salidas. Que el que vale, vale, y el que no, ¡a letras!

Lo que jamás nos enseñan (a mí, al menos) es que a veces lo habitual no es lo normal. Que estos dos adjetivos no son sinónimos. Es más, mejor que no lo sean. Igual que carrera y profesión tampoco lo son. Que a veces, aunque nadie nos pregunte, es bueno salirse de ese ejército uniformado de ideas, pensamientos y decisiones para hacer eso que tu impulso interior sensato y tu vocación te chivan que intentes hacer.

No son muchos los que con 17 años tienen claro qué quieren estudiar, de qué querrán trabajar. ¡Cómo saberlo? Son los momentos típicos de angustia, de exámenes, de presiones de un lado y otro (casa, colegio, demostrar que podemos), de mil y una dudas, de acudir a charlas y pedir consejos a diestro y siniestro.  Entonces aún no sabemos que no es para tanto, que el “fracaso” tiene beneficios brutales y que es una palabra odiosa llena de mentiras. La patología del éxito, lo que se espera de nosotros, la tiranía de las “salidas”, la pesada losa de los caminos marcados, lo que creemos que tendrá futuro y lo que no…  ¡Que luego a saber!

Si me preguntaran ahora, años después, diría sin dudarlo que lo mejor que hice fue empezar una carrera y dejarla por lo que quería hacer, y que va a ser cierto eso de que la inspiración llega trabajando, porque hay que echarle muchas ganas, muchas horas y mucha práctica a todo. De todo lo que empollé de memoria en el colegio, no sé qué tanto por cierto recuerdo hoy, con lo estupendo que habría sido aprender también a razonar, a ser creativos y curiosos, a desarrollar otras aptitudes. (¡Menudo “negativo” me cayó en 4º de primaria por decir que la cebra era un mamífero herbívoro, cuando el libro sólo hablaba de las vacas y las jirafas! Jaja).

¿Cuántas vidas tienes? ¿Cómo ser el mejor en algo con lo que no disfrutas? No hay un camino correcto, sino simplemente caminos; ni decisiones equivocadas; en una vida hay muchas vidas.

Quéjate de los lunes, pero sabiendo que sin ellos no habría viernes y que las carcajadas al final del día se habrán comido por goleada las malas caras. Y si no, siempre queda el martes, y otras 5 casillas más. Quéjate de tu jefe, de las horas extra, de los marrones y de la saturación más absoluta, pero luego vuelve a las 2 preguntas del principio. Vidas extraordinarias, que decía mágicamente Robin Williams.

«Ten siempre más proyectos que recuerdos. Que hay que dedicarse a algo de lo que jamás te quieras jubilar. Por mucho que te cueste pagar las facturas. Por mucho que en las reuniones de antiguos alumnos te miren mal. Es mejor dedicarse toda una vida a algo que te divierte pese a no llegar a fin de mes que pasarte un solo día trabajando únicamente por dinero» (Risto Mejide). Y es que la vocación no es más que amar algo tanto que ni el fracaso importe, dedicarle tus energías con tanta pasión que el resultado final deja de importar. No vale conformarse.

«Stay foolish, stay hungry», Steve Jobs (https://www.youtube.com/watch?v=haLr63GA3r4)
«Stay foolish, stay hungry», Steve Jobs
(https://www.youtube.com/watch?v=haLr63GA3r4)

Algunas de nuestras convicciones más absolutas (de esas que defendemos enfurruñados contra todo y contra todos) se tambalearán y dejarán de serlo. Aprenderemos (ojalá) que cambiar de carrera, de trabajo, de prioridades o de intereses (o descubrirlos más tarde) no es fracasar, sino todo lo contrario. Que sin ese suspenso de aquella vez, sin esa decisión que luego fue “equivocada” o sin ese trabajo intermedio, hoy no estarías aquí. Que todo suma, que de todo se aprende.

Y porque los discursos de graduación suelen ser una de las cosas más aburridas que hay, os dejo mi favorito: J.K. Rowling en Harvard. No podría quedarme con ningún momento, merece la pena de principio a fin. “…os deseo a todos muy buenas vidas”.

P.D.: ¿Te acuerdas de Right place, right time?