Es una ley no escrita que en esta época los telediarios, redes sociales, titulares y blogs se llenan de recopilatorios de las noticias del año, de listas del 1 al 10, de más propósitos y recuerdos… y de las mil y una tradiciones que tenemos para decir adiós al 2015 y hola al 2016. Que si lanzar cubos de agua, limpiar la casa de arriba a abajo, romper la vajilla o besar… Y a mí hoy sólo me apetecía parar, mirar las luces de aquí al lado, hacer balance, oler a eso que sólo se respira en estos días y dar gracias por el año que a puntito está de difuminarse y pasar a ser en blanco y negro para dar paso a lo nuevo.

Del 15 se ha cantado que era la niña bonita y la edad de mi amor, ese que baila el rock y tiene una mirada que no se puede aguantar. La suerte en el juego. El pleno total. El quinto número triangular, después del 10 pero antes del 21. Y 15 eran también las monedas del poema de Borges.
El mío, mi 2015, empezó atípico y casi lo repito hoy, también cerca del mar: en la playa, en manga corta y embobada con los fuegos artificiales rodeada de mi familia. Fue una gozada y me cargó unas pilas que estaban ya en las últimas; desde ese mismo día he ido cumpliendo más propósitos, retos y alegrías de los que imaginé… Un año de buscar y encontrar mucho, un año de bailes, gente bonita y esfuerzos. Un año de principios.

Hay quien no soporta esta época del año (mis grinchs) y quien la espera 11 meses y medio. Comilonas, regalos y adornos, sí; pero también mucho más que eso. No es sólo ponerse cursis y gimotear hablando de amor, es mucho más. Y que cada uno la viva y disfrute como mejor quiera…
Que diciembre viene para recordarnos lo que a veces se nos olvida. Cuando el estrés nos come y cuando perdemos el norte. Coger fuerzas para lo que viene, darnos todos los caprichos, hacer balance.
El mundo debajo de una manta.
No perder de vista lo que queremos.
Brindar por lo buenísimo.
Acordarnos.
Escuchar con gusto.
Juntarse una vez al año. Reencontrarse. Y que siempre sea así.
Que no echemos de menos fotos sin hacer, detalles sin disfrutar ni botellas por abrir.

Dicen que cuando alguien te invita a su mesa, a su casa o a su fiesta, es un «de mí para ti» en toda regla y, cuando eso pasa, nos toca a nosotros honrar su invitación, ser agradecidos con nuestro anfitrión y disfrutarlo juntos.
Ése es mi manifiesto. Que estemos y demos. Dar regalos, buenas noticias, sonrisas y abrazos. Dar alegrías y dar cariño. Tiempo. La bienvenida. Dar lo que no sobra. Darse. Y dar infinitas gracias.

Navidades_5_by BBB
«Snowflakes that stay on my nose and eyelashes…». Foto de The Weir House

En julio se abrió esta puerta, pocos días antes de soplar las velas, y me llevo de premio botellas vacías debatiendo de todo y de nada, rebatiéndome mil y una teorías que yo también me rebatiría a mí misma.
Despertarme y acostarme con una sonrisa de tanto mensaje bonito.
No aplicarme el cuento (lo sé…) y que quienes me conocen bien me lo recuerden cada jueves por la noche a golpe de WhatsApp.
Gente nueva y maravillosa que entró para quedarse, que volvió a llamar a la puerta después de mucho tiempo, que se pasa, que viene y va, o con la que no imaginé cruzarme (aunque no nos desvirtualicemos)… y yo tan contenta. Los de siempre y los de ahora, los de cerca, los que me empujan, me cuidan, me sacan todas las sonrisas y que jamás imaginé que fueran tan fieles… ¡no han faltado a ni una cita y eso es… lo más!
Los «te quiero» y los «gracias» son mejores en solitario, sin adjetivos, adverbios y adornos superfluos que los vacían y camuflan de lo importante.

Esta ilusión se escribe con mayúsculas, negrita y en luces de neón si hace falta, porque empezó con mucho miedo tonto (¿acaso no todos lo son?) y ahora es un cóctel de retos, cariño infinito y alegrías geniales que han superado todo. Como decía hace poco, «…os deseo a todos muy buenas vidas».

Tengo una suerte como la del 79140 y va a ser verdad que hay puertas rojas que te cambian la vida.
Gracias siempre 2015.
Hola 2016… aquí te esperamos, con lo mejor; cómo si no.

 

Palabra de perdiz