Leí en una encuesta por ahí, nada serio, que casi un setenta por ciento de la población tenía más ganas de pisar el campo que los bares tras estas semanas de confinamiento y distanciamiento social. Luego, como siempre, llega la realidad para desmentirlo todo. Porque lo cierto es que nos hemos lanzado a las terrazas en esta extraña desescalada (mascarilla y medidas de seguridad mediantes) y no sólo por esa sensación de libertad renovada, sino sobre todo por los tan esperados reencuentros en torno a una mesa. Por eso los hemos echado de menos. Los bares, las calles, los cafés, el sol. Los desconocidos acodados en una barra. Los pequeños placeres y la buena compañía. El alboroto. La vida. Y celebrarlo.
Durante estas semanas, he leído Oda a los bares, un proyecto literario que busca apoyar al sector, traer respiradores a España, y homenajear a los que nos cuidan y a los que se fueron. «Mi patria son los bares, los restaurantes, el bullicio de la gente, los baristas, los camareros de siempre, la voz alzada, las manos que invaden tu espacio-aéreo-vital para pedir la cuenta», escribía Alba Díaz en su relato, titulado El sueño de un bar de verano, mientras recordaba ese ritual, ese olor, el de la cerveza dorada y las papas fritas de bolsa, en apenas unos metros cuadrados, frente al mar, o frente a lo que sea, mientras el sol abrasa, los platos se vacían y las prisas se desvanecen. Mientras pasan cosas. Seguir leyendo «ODA A LOS BARES»