Hace un tiempo me dio por leerme todo lo que Nora Ephron había publicado. Detrás de todas esas películas y guiones de corte romántico y amable (suyas son Cuando Harry encontró a Sally, Tienes un email, o Julie & Julia) había una mujer incisiva, irónica, verdaderamente inteligente y con un admirable sentido del humor. De pronto me vi investigando sobre ella, escuchando entrevistas de hace décadas y leyendo aquellas columnas y libros en los que divagaba con tono lúcido, hiriente y a la vez entrañable acerca de todos sus matrimonios fallidos, su profesión y todas aquellas veces en que se mudó.
En mayo de 2006, publicó en el New York Times uno de sus más célebres ensayos, titulado Moving on, A love story. En él, al igual que en su novela Heartburn (Se acabó el pastel), cuenta su idilio amoroso con un apartamento en el edificio Apthorp, en el Upper West Side neoyorquino, por el que pasaron figuras como Al Pacino o Lena Horne. Allí se mudó a principios de 1980, recién llegada desde Washington con sus dos hijos (Jacob tenía año y medio y Max apenas 3 meses) y divorciada de su segundo marido, Carl Bernstein, tras descubrir que le era infiel con una prestigiosa periodista. Cuando Nora lo alquiló, había ratones, los radiadores y chimeneas apenas funcionaban y pagaba mil quinientos dólares al mes (ahora es diez veces más), pero se enamoró desde el primer momento y decidió que allí pasaría el resto de su vida, que jamás se “divorciara” de aquel piso. Sin embargo, más de diez años después, lo rehabilitaron, lo convirtieron en un edificio de lujo y quintuplicaron el precio del alquiler, por lo que no tuvo más remedio que volver a mudarse. Y entonces, cuando ya no había más opción que buscar algo más pequeño y desprenderse de lo material, se sintió aliviada, libre, distinta; de vuelta a lo más esencial. Hay apegos enmascarados que pueden reconvertirse.
Seguir leyendo «SOBRE MUDARSE»