Acabo de darme cuenta de que siempre me han preguntado lo mismo con distintos disfraces. Desde que era pequeña y cuando conocía a alguien. Si vivía en otra ciudad o si cenaba con desconocidos. Algunos, de hecho, siguen preguntándome e intentándolo de vez en cuando, una y otra vez, a ver si, al contestar, todos ellos consiguieran definirme. Entenderme. Saber si soy más de café o de té, más de tinto o de blanco, más de años pares o impares.

Lo que es un secreto a voces es que soy de esas que odian las etiquetas. De esas que huyen de las frases hechas, de la propaganda bonita y… de los favoritos. Acumulo cafeína a grandes dosis pero a veces nada me apetece más que un té; vacío botellas de vino en la mejor compañía, pero otras, mi reino por una caña; que jamás pude elegir peli favorita, libro favorito o comida favorita. Nunca los he tenido. No me pidas que te chive mi color. Sé que todos tienen uno pero qué le vamos a hacer… Que el verano equilibra al frío invierno y la Navidad a la playa. Que de cada ciudad me llevo un trocito y de cada estación, un regalo.

Todos son candidatos y a la vez todos son los elegidos.
Cada uno tiene sus motivos.
¿Tramposa? Quizá. Por eso me doy el capricho de tener un número favorito, mi impar favorito. Lo busco en los portales y en las habitaciones de hotel, en el calendario y también en la suerte.

Dicen los últimos estudios que se tarda 66 días en coger un hábito y acostumbrarse a algo nuevo. A lo que sea. Y qué más da 66 que alguno más o menos: el cerebro es elástico. Y nuestra piel pesa el doble que él.

Nos mudamos de casa 11 veces en una vida y reímos 13 al día. Hay estadísticas que están hechas para ser rotas. Siempre se ha dicho que empleamos 43 músculos de la cara para fruncir el ceño pero sólo 17 para sonreír. Economía facial y buen rollo. ¿Y para besar? 34. La mitad que para articular palabra, que a veces sobran. 34, igual que huesos impares tenemos. La memoria de los peces dura 2 minutos, sí, pero recuerdan a sus depredadores incluso un año después. 72 veces por minuto late nuestro corazón. Los pulpos tienen 3. Y de 9 grados fue el terremoto que tiró abajo Japón. Los ascensores de Corea no te llevan al piso 4, sino al F. Y en los casinos de Las Vegas no hay relojes.

Dicen que el 5% de nuestros sueños son en blanco y negro. Como en blanco y negro le decía Lemmon a Shirley MacLaine que la media son 2 resfriados y medio al año por persona; pero ella siempre fue inmune a todo, menos a él, y algún pobre infeliz toca a 5. Cinco, como las cucharadas de ColaCao que te echabas siempre hasta rebosar. Cinco, como los minutos de cortesía que ella nunca perdonará, tardona por manual de instrucciones, a toda prisa pero sin llegar.

21 son los gramos que pesa el alma y 3 los días que tarda en llegar a un lugar después de que lo haga nuestro cuerpo. Pasamos 2 años de nuestras vidas colgados al teléfono, los mismos que metidos en el baño. Y andamos tanto que damos 3 veces la vuelta al mundo. Pero no la damos. Un 7% reducen la velocidad de sus pasos los hombres enamorados, que instintivamente caminan más despacio al lado de ellas.
El 8 del Café Libertad.
Los ciclos que vuelven a empezar cada 13 años. A los 13, a los 26, a los 39…

Cuando corremos, tardamos 21 minutos en engañar a nuestro cuerpo para que no se rinda y siga y siga. Y es que el cuerpo está soportando 3 veces nuestro peso. Thurman Munson murió en un accidente de avión y desde entonces nadie lleva el 15 en los New York Yankees. Cada 12 minutos llega a Grecia un bote con refugiados; dolor y esperanza a partes iguales.
Hay una ciudad llamada Roma en cada continente.
Todos los meses que empiezan en domingo te regalan un viernes 13.
Siempre me gustaron los elefantes. Son altruistas, extremadamente inteligentes y muy habilidosos. Dicen de ellos que tienen una memoria prodigiosa y comen tanto, tantísimo que un 75% de su tiempo lo pasan así. Su cerebro pesa 5 kilos. Los mismos que ropa entra en mi lavadora.

Mi impar favorito es un indeciso por excelencia. No entiende de fórmulas ni ciencias exactas, no es una hipótesis ni se eleva al cuadrado. Dicen de él que se lleva fatal consigo mismo dado la vuelta. Y él… él sólo quiere ser uno más, de los del montón, para poder colisionar contigo, que siempre te vas por la tangente y tiendes a infinito.
Tú, la eterna paralela.
Tú, siempre próxima y jamás conmigo.
Infinitas probabilidades y ninguna igual.